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Lluís Cots, Barcelona, 1946

Artista catalán autodidacta, que vive y trabaja en Barcelona. Ha evolucionado de una forma constante desde el informalismo hacia una gestualidad con referencias figurativas.

Cots inicia su trayectoria a principios de los años 70 con una obra matérica que tiene como referentes a Dubuffet, Wols, Tàpies. A partir de mediados de dicha década evoluciona hacia la pintura-pintura sobre tela, con una gama exuberante de color, que culmina en la exposición de la Galería MAEGHT de Barcelona, en 1984.

Entre 1988 y 1991 el negro, el blanco y el gris determinan su obra; durante los años 1992-1994 expresa su pasión, vitalmente, en color. En las obras ejecutadas desde 1995 hasta finales de 1998 surge una confrontación dramática con la figuración: un personaje andrógino, solo, generalmente inmóvil, entre colores intensos evoluciona hacia un diálogo masculino-femenino con la incorporación de una o más figuras.

La obra de 1999 evoca un equilibrio entre una dualidad de colores, negro y amarillo, que se mezclan y se convierten en una vibración de verde.

En los años 2000-2001 Cots trabaja en la "redefinición de un espacio" donde contextualizar una vivencia. Los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, y sus dramáticas consecuencias bélicas posteriores, marcan su obra. Su trabajo del año 2002, en negro y rojo, muestra el estado de ánimo de un individuo noqueado. Supera este paréntesis negativo en la “Sèrie Ofrena” del año 2003, y en la “Sèrie Supervivents”, de los años 2004-2005, como afirmación vital colectiva.

A partir de 2006 hay un periodo de interiorización personal y conceptual. Los resortes personales le permiten sobrevivir y afrontar los retos artísticos de este momento. Conocer mejor y ahondar en esos resortes ha sido el objetivo principal de su trabajo, que se plasmó en la “Sèrie Arbres”, de los años 2006-2009, y en las obras de la “Sèrie Paisatges” producidas entre 2010 y 2013.

Durante 2014-2015 Cots exterioriza las experiencias y vivencias de las dos últimas etapas de una manera vital y expansiva, apoyándose, solo como referencia, en la figura humana. No para construir un relato intimista, sino para exteriorizar sus pulsiones en una comunicación hacia los demás.